Me llamo Fernando Subiranas Malleu, nací en Palafrugell el 24 de octubre de 1932, en mi casa se ganaban la vida vendiendo carbón y hartones me dí de repartirlo, pero he sido, soy y seré un mecánico industrial, un cerrajero de los de toda la vida.

En 1961 me casé con Maria Fortià Poch.... ¿a que formamos una buena pareja?


Somos padres de una hija, Silvia y abuelos de un nieto, Ferran, si los quereis conocer clicad aqui

Probablemente, esta es la frase que mas me oireis decir:
Para lo que hemos venido a hacer en este mundo...Mas vale quedarse, ¿no?

Me gusta ir a pescar, esquiar...


hacer rafting...

i también viajar...



Para que me conozcais un poco mas, incluyo a continuación las traducciones de unas narraciones publicadas en la

Revista de Palafrugell
escritas por un amigo:
JOSEP ROURA ROQUÉ



la número 59 del septiembre de 1998:


Nando Subiranas y el parapente
Crónica de un accidente anunciado


Fernando Subiranas hacía ya tiempo, años, que soñaba con volar como los pájaros. Tenía y tiene una pasión por volar tan arraigada que, en caso de una hipotética reencarnación, le gustaría volver al mundo convertido en una gaviota. Más de una vez ha confesado que para él -que además de volar también le gusta el pescado-, eso sería el no va mas.

Esta manía le hacía estar desazonado y cuando contaba con sesenta años, Nando, para liberarse del trauma que arrastraba, tomó una decisión heroica. ¡Decidió lanzarse en parapente! Ni consejos, ni advertencias de familiares y amigos pudieron hacerle cambiar de opinión. Antes de llegar a viejo quería vencer la ley de la gravedad. ¡O ahora o nunca!.

De todas maneras Nando, casi sin darse cuenta , ya había ido tomando nota de cómo volar mientras cogía cuatro mejillones en el Cap de Begur observando a las gaviotas que, majestuosas, arrancaban el vuelo por encima de los acantilados de la costa. Tragaba saliva viéndolas volar sin aparente esfuerzo, igual que Ricard Corbí, que se deslizaba por el aire en su parapente aprovechando las corrientes de "ladera" -aquellas que la marea genera al chocar con los acantilados de la costa.

En la vida real, cuando pone los pies en el suelo, Nando es cerrajero y según dice mucha gente, es un artista, pero lo que a él le apasiona no es tanto su profesión sino los deportes de aventura que empezó a practicar cuando ya era mayor. Además del parapente ha hecho esquí, pesca submarina, rafting.... Le gustan las emociones fuertes y parece que sólo pueda estar contento cuando se pega algún batacazo. Hay quien dice que es duro de pelar y que si no tiene problemas ¡¡se los busca!!



Fernando Subiranas, a los sesenta y cinco años, volando como un pájaro salido del nido

El caso es que fui a visitar a Nando un mes y medio después que hubiese sufrido un serio accidente. No era el primero que tenía, pero según él, sería el último. Y eso no porque no se vea capaz de superarlo física o psíquicamente. Si Nando no vuelve a volar la culpa la tendrá su entorno familiar y especialmente su instructor que no quiere problemas ni responsabilidades.

Hasta este momento, nuestro personaje, ha hecho cincuenta y cinco salidas con un total de ocho horas, cuarenta y siete minutos de vuelo. Comparadas con las seiscientas que había hecho Corbí a los cuarenta años, puede parecer poco, pero tomando en cuenta su edad, se puede considerar un milagro que se haya salido con la suya y aún lo pueda contar. Su propio récord de permanencia en el aire es de media hora, con un recorrido en línea recta de ocho kilómetros. En competición los records absolutos en esta modalidad de vuelo son cinco mil seiscientos metros de altura máxima, o techo, con un recorrido de ciento cuarenta kilómetros, que representa entre trece y catorce horas sin tocar suelo. La máxima aspiración para un piloto de parapente es entrar en las nubes. La importancia de este evento es comparable al de un navegante cuando dobla el Cabo de Hornos o al de un alpinista cuando alcanza la cima del Himalaya. Nando estuvo a punto de conseguirlo. Volando, volando, subió cerca de los dos mil metros de altura. Las térmicas -una especie de minitornado o burbujas de aire- lo empujaban arriba, y al mismo tiempo, lo balanceaban como si fuese un papel de fumar. Solo le faltó el canto de un duro, pero un mareo y dolor de cabeza espantoso -nada que ver con el miedo- hicieron que lo dejase para mas adelante...

Nando tiene videos impresionantes, increíbles, filmados allí arriba, cuando vuela. Es como si te encontraras allí. También puede enseñar un puñado de excelentes fotografías y ahora, últimamente, un montón de radiografías. Como resultado de un gran batacazo los huesos de la pierna derecha le quedaron hechos añcos y los tiene apuntalados con infinidad de clavos y tornillos, más de los que se puedan encontrar en su taller. Nando no se queja. Sabe muy bien que este tipo de accidentes son el precio que se tiene que pagar para poder disfrutar hasta límites insospechados, unos breves instantes; la descarga de adrenalina te eleva hasta el infinito.

No le faltan anécdotas: un día el parapente se le quedó colgado en la copa de un pino; otro, en lugar de aterrizar... amerizó; una vez que se tiró desde el Turó de l´Home, un inoportuno banco de niebla le hizo perder el sentido de la orientación y en lugar de ir a aterrizar en el llano que el monitor había señalado, aterrizó en medio de un campo de maíz. Dos chicas muy simpáticas, que nunca habían visto un hombre-pájaro de cerca, fueron a pedirle un autógrafo. Lástima del payés furioso que les estropeó el momento mientras reclamaba daños y perjuicios a Nando y a su compañero, que había sido convocado por radio para echarle una mano.

El último y más serio accidente fue debido a una verdadera desventura, que no por falta de práctica. Las condiciones meteorológicas eran las óptimas para volar. En la cima del Rec ses Graies, el viento soplaba a unos quince kilómetros por hora, pero en el momento de la bajada, por culpa de una inesperada bocanada de levante le fallaron los cálculos y en lugar de aterrizar en la playa Fonda fue a parar a las rocas de debajo a Ca l´Arruga. Saltando con un solo pié, ayudado por su compañero Ricard Corbí, llegó al coche. Ya en casa, después de ducharse, le entró hambre y hasta que no hubo bien comido no se fue al servicio de urgencias del Hospital de Palamos. Los traumatólogos decidieron que, repleto como estaba, no podían operarle. Después de esperar un par de días para tenerlo en condiciones, cuando los médicos sudaban tinta china para arreglar aquel puzzle de huesos, el paciente, tranquilísimo, ya estaba pensado cual sería su próxima aventura.

A pesar de los años y los batacazos, no es muy probable que disminuya el ansia aventurera de Fernando Subiranas. Nada que hacer. Este palafrugellense de raiz, nacido en el centro de la villa, es capaz de jugarse la otra pierna para poder elevarse como las gaviotas. Pero, por si acaso le fallase la soñada reencarnación, seria justo que, como mínimo, pudiese tener en el cielo una plaza de ángel garantizada.



Nando intentado levantar el vuelo




la número 121 del noviembre del 2003:


"Nando" vuela de nuevo, pero ahora en tándem...


Hará seis años que "Nando" Subiranas sufrió un grave accidente mientras practicaba su deporte favorito: el parapente. En aquella ocasión prometió que nunca mas volvería a volar. Bueno, en verdad, lo tuvo que decir de manera obligada y con una oreja prendida, pero los que conocemos a "Nando" de primera mano, sabíamos que en un momento dado, tarde o temprano, rompería aquel absurdo juramento que tuvo que hacer a regañadientes. Una complicada operacién y un fatigoso largo año le sirvieron para recuperarse y despues de pasar mucho tiempo ha podido, finalmente, volver a ver los tejados, los valles y las montañas como los pájaros.

Durante este largo período de abstinencia este hombre no ha estado sin hacer nada. Justo lo contrario. Enseguida que el traumatólogo le dió el alta, prisa tuvo por experimentar otros deportes de aventura y alto riesgo: montañismo, esquí, rafting, cañoning, etc. ¡Dios mediante que le gusta la juerga! De todas maneras y dejando aparte todo esto, como quien no quiere la cosa, siempre ha procurado manetener el contacto con sus amigos aficionados al parapente. En particular con Ricardo Corbí, por el cual siempre ha sentido una gran admiración y una envidia sana. Por cierto que, Ricardo, tal como ya tenía pensado hace tiempo, a los cincuenta años guardó el nivel y la paleta y ahora, sin las ataduras que comporta el trabajo, siempre que las condiciones meteorológicas acompañan, puede volar desde por la mañana hasta el anochecer y dedicarse a comercializar un buen puñado de espléndidas fotografías aereas a treves de su empresa "Bon vent de l'Empordà, SL"

La relación de nuestro personaje con los "hombres-pájaro" consiste básicamente en hacer de soporte logístico. El parapente se puede practicar con o sin motor y el trabajo de "Nando" consiste en llevar a los pilotos hasta la cima de la montaña, a un lugar apropiado, desde donde puedan despegar sin problemas. Después tiene que ir a recogerlos al lugar donde hayan aterrizado, que siempre suele ser un punto preestablecido. Cuando no los puede acompañar no queda mas remedio que dar las llaves del coche al primero que se encuentran y que les quiera hacer el favor de llevarlos abajo. Parece que los que practican este deporte, ademas de ser muy solidarios son de una buena fe extraordinaria.

Tenemos pues que los amigos de "Nando", agradecidos por sus sevicios, le prometieron que un dia se lo llevarían a volar en tandem. Es decir, lo llevarian de "paquete". Hay que tener en cuenta que esta especialidad no es como si te lanzases con paracaidas con alguien pegado a ti como una lapa. Volar de dos en dos es mucho mas complicado que volar solo y es por eso que los pilotos que se dedican a esta modalidad tienen que aprobar un difícil examen para obtener un carnet. Fué un amigo suyo, el farmacéutico barcelonés Carlos Botet, padre de un chaval muy espabilado que acaba de cumplir trece años, quien fué el encargado de hacer volar a "Nando". El titular y el acompañante tienen que estar muy compenetrados y tienen que ir probando hasta que sale bien. El momento más comprometido es a la hora de coger impulso, de cara al viento, corriendo como una moto cuesta abajo, hasta que se infla la enorme vela del parapente, de unos doce metros de envergadura. Es de mucha importancia verificar la dirección y la velocidad del viento y si sopla a mas de fuerza tres, que son unos 25 km. por hora, no vale la pena ni probarlo. Es mejor dejarlo para otro dia. Si al primer intento el vuelo no sale bien, se tiene que volver a comenzar de cero: plegar el parapente, hacer marcha atras y a empezar de nuevo, que no ha sido nada. Un esfuerzo agotador que solo se llega a compensar con la gran ilusión que se tiene por elevarse.



"Nando" y Botet antes de levantar el vuelo. Foto: archivo F. Subiranas

El dia escogido, probando, probando, terminaron en el suelo un par de veces. El acompañante, en este caso "Nando", era quien tenía que marcar el paso y el piloto el que estiraba las cuerdas y dominaba el artefacto volador. A la primera tentativa nuestro amigo quedó enroscado entre el cordaje del parapente y el cuerpo del farmacéutico. Por suerte, el incidente se saldó con tan solo cuatro arañazos sin demasiada importancia, que en la versión oficial se hicieron recogiendo higos. Todo el mundo sabe que las ramas de las higueras son muy traicioneras.....

A la tercera va la vencida y con la vela del parapente abierta en toda su extensión, "Nando" volvía a volar a una altura de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Mas arriba, en el cielo, a 2.800 metros, podía verse a Ricardo, como un pequeño punto perdido en el infinito.

La "Meca" del parapente, el principal punto de encuentro, es Castejón de Sos, en la provincia de Huesca, a pocos quilómetros de Benasque. Un lugar privilegiado que dispone de una completa infraestructura para la práctica del vuelo libre: escuelas de vuelo, un refugio conocido como El Pájaro Loco y campos de aterrizaje para ultraligeros, ala delta y parapente, situados en las afueras del pueblo con la imponente cima del Aneto y el macizo de La Maladeta, hacia el nor-este. Los practicantes del parapente y del ala delta levantan el vuelo dede un punto llamado El Liri, poco antes de llegar arriba del Gallinero, una montaña de 2.728 metros. No debe ser casualidad que una de estas pistas de aterrizaje esté situada al lado del cementerio.

El vuelo en tandem de "Nando" se limitó a bajar directo hasta el campo base y solo duró una media hora, pero tuvo tiempo suficiente de ser mecido por una térmica, un remolino o burbuja de aire ascendente que a menudo acaba formando una nube vertical o cúmulo. Como "Nando" es propenso a marearse, llegó abajo hecho una sopa, pero mas contento que unas pascuas y como es de suponer, completamente realizado.

Por otro lado, al amigo Ricardo, con un pequeño viento, térmicas benignas y ganas de aventura, poco le faltó para atravesar los Pirineos. El viento le había empujado muy cerca de un grupo que estaba haciendo una comida campestre y decidió aterrizar cuando la vaharada de arroz a la cazuela le hizo sentir hambre. Eso si, entre bajar y recoger, llegó a la mesa cuando ya se iba por los postres. Menos mal que el arroz de montaña, frio y pastoso como estaba, todavía sabía a gloria. El grupo de aquel país, de gente tan acogedora, despues de obsequiarlo con una larga sobremesa tuvo la gentileza de dejarlo a pié de la carretera local, allí donde, mas tarde, "Nando" y sus compañeros lo recogerían.

Con todo no serían mas que simples anécdotas si no fuese que nuestro personaje ha cumplido mas de setenta años y según él mismo reconoce, todavía no ha fijado sentido común. Tiene dificil de controlar sus instintos mas primarios. Tiene la manía de volar y su gran ilusión no es mas que sentirse libre como un pájaro.

Mientras que el parapente está catalogado como un deporte de alto riesgo, los que lo practican no lo ven así. El mismo Corbí sostiene que el riesgo real es vivir la gran aventura de la vida y con esta filosofía pueden experimentar sensaciones inolvidables sin necesidad de poner los pies en la tierra. No cuesta nada de entender: volar hacia arriba tiene que ser sensacional, ya que ademas de servir para poder observar el mundo desde una cierta distancia tiene que servir lo mismo para reencontrarte a ti mismo, lejos del suelo y mas lejos todavía, de la gamella de animaladas que segregan la pandilla de insensatos que la quieren salvar.




En fin.. ¡este soy yo!

...y esta, una web cam "en directo" de mi entorno: Calella de Palafrugell



web cam perteneciente a
FINQUES FRIGOLA
de Calella de Palafrugell


Contador web